miércoles, 11 de febrero de 2015

Trabaje duro - Reflexiones

Es innegable que los pobres tienen un lugar especial en el corazón de Dios. Él promete muchas veces que cuidará a los pobres, los necesitados, las viudas, los marginados y los huérfanos. Quizá usted ha sobrevivido a momentos desesperados de su vida por la oportuna intervención de Dios. Es un gran consuelo saber que si pasamos por reveses económicos o por periodos sin empleo, Dios estará con nosotros.

Sin embargo, la compasión de Dios por los pobres no significa que la pobreza sea aceptable como objetivo en la vida para usted y sus hijos. A veces hay que sufrir y soportar la pobreza, pero nunca hay que conformarse con ella, si Dios ha dado oportunidades para prosperar. “Un poco de sueño, dormitar otro poco, y otro poco descansar mano sobre mano: así te llegará la miseria como un vagabundo, la pobreza como un hombre armado” (Proverbios 6:10,11).

Jesús dijo una vez: “Mi Padre trabaja, y yo trabajo”. Todos los que somos padres tenemos la obligación especial y la comisión de guiar y enseñar a los jóvenes para que se liberen de su pereza instintiva y opten por amar el trabajo.

Algunos de mis grandes héroes personales son los jubilados que nunca han aflojado el paso; ahora son libres de trabajar para Dios de acuerdo con su deseo.

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