martes, 26 de mayo de 2015

Hasta que la muerte nos separe - Reflexiones

Hay un viejo chiste sobre un error vergonzoso en el aula de clase: el maestro pregunta “¿Cuál es la palabra para describir a un hombre que permanece casado con una mujer?” Un niño responde: “Monotonía”. ¡Ah!

Una bella ceremonia, dos anillos costosos y un certificado de matrimonio no son suficientes para mantener a los dos cónyuges comprometidos uno a otro. Ni siquiera el gran rey David pudo mantener sus ojos (y sus manos) lejos de Betsabé. Dios hizo que se pusieran por escrito los sórdidos detalles del fraude, el adulterio, la mentira y el asesinato que cometió David para que aprendamos la lección. El momentáneo destello de emoción le dio paso a meses y años de desdicha y también le hizo daño a la vida de muchas otras personas.

Jesús mismo enseñó que el propósito original (y actual) de Dios para el matrimonio es que lo que él unió no lo separe nadie. Un hombre y una mujer hasta que la muerte los separe sigue siendo su promesa para una vida feliz. Proverbios 5:15 lo dice así: “Bebe el agua de tu propia cisterna, los raudales de tu propio pozo”.

¿Vive usted así?

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