nuestros insignificantes problemas dignos de su atención, que debemos andar en puntas de pies alrededor de él, caminando con temor, como sobre cáscaras de huevo, murmurando rápidamente nuestras necesidades, y corriendo luego hacia la puerta.
Tonterías, dice el apóstol Santiago. Usted es hijo amado de Dios, príncipe o princesa real, sacerdote del templo celestial. Dios quiere que crea en la importancia de sus peticiones y que le crea a él cuando dice que recibe con interés información sobre los aspectos de su vida en que necesita ayuda.
"Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, ya que es persona de doble ánimo e inconstante en todos sus caminos" (Santiago 1:6-8).
La duda viene de Satanás. Si él puede sembrar dudas en su mente y hacer que sospeche que Dios se ríe de usted, que lo desprecia, lo ignora o se desentiende de sus problemas, la voz de su oración será en verdad tímida, y pronto cesará. Pero ¡Crea en su Palabra! ¡Reclame su nueva identidad! ¡Hable sin miedo! ¡No tema! ¡No dude! Dios sonríe cuando ve que usted se acerca.
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