viernes, 17 de octubre de 2014

Los primeros días de casado - Matrimonios

Por René Pleitez

Conocimos con mi esposa a una anciana que éste pasado mes de diciembre cumplió cincuenta años de casada con su esposo, y nos compartía que en ese tiempo habían pasado una infinidad de problemas y pruebas de parte de Dios en su matrimonio, que solamente habían podido sobrellevar esas luchas tomados de la mano de Jesús.
A una semana y días de haberme casado, el compartir con alguien que lleva “toda una vida” casada me hacía reflexionar en ¿Cuál es el éxito para llegar a ser un matrimonio duradero y feliz? Que son dos cosas muy diferentes pero que van de la mano.
Yo puedo compartir veinte, treinta o más años con mi esposa pero si no soy feliz no me he realizado como esposo (a), la perduración en el matrimonio no garantiza la felicidad en el mismo.
Para ser felices en el matrimonio lo principal es DEJAR QUE CRISTO SEA EL CENTRO DE NUESTRO MATRIMONIO. Sé que lo hemos escuchado todos los que estamos casados, pero eso es lo más complicado que puede existir, te explico el porqué.
Cada quien tiene un ritmo espiritual diferente, a mí me puede gustar escuchar y ser ministrado a través de las alabanzas, pero ella prefiere estudiar la Biblia y llenarse de ella; puedo pasar tiempo sentado a la computadora escribiendo mensajes y ella (el) visitando a los hermanos del grupo familiar, puedo orar por cinco minutos y ella (el) querer orar por media hora más; en fin una gama de actividades espirituales que DEBEMOS APRENDER A COMPARTIRLAS JUNTOS, si me ministra escuchar alabanzas invitar a mi esposa (o) a compartir ese momento conmigo, si deseo escudriñar las escrituras debo compartir con ella (el) la Biblia y escuchar su reflexión sobre ella, aprender a organizar el tiempo para visitar como matrimonio a otros hermanos que necesitan una palabra de ánimo.
El hacer de Cristo el centro del matrimonio no implica solamente que ambos serán cristianos y que realizarán actividades espirituales por separado, la Biblia nos instruye a los hermanos a ser sacerdotes de nuestro hogar y guiar a nuestra familia al blanco perfecto que es Cristo.
El matrimonio no es solamente para compartir un espacio físico juntos, o lo bello que Dios nos permite vivir, sino también el compartir la vida espiritual para llegar a ser verdaderamente felices. Es necesario procurar estar al mismo “nivel espiritual” del cónyuge para ser buenos administradores de las bendiciones espirituales que Dios quiere darnos en nuestro hogar.
Cónyuge viene del sustantivo latino cónjugem, que está formado por la preposición con y el nombre jugem (‘yugo’).
El verbo conjungere significaba originariamente ‘unir (animales) con un yugo’, ‘uncir’. De ahí pasó a significar simplemente ‘unir’ y, en uno de sus usos figurados, ‘unir con el vínculo del matrimonio’.
La comparación parecerá hasta un poco pesada pero a la verdad al momento de contraer matrimonio estamos unidos EN TODO con nuestra esposa o esposo, por lo que debemos pedir y hacer el esfuerzo por igual de caminar en la vida espiritual.
Recuerda que la Biblia nos manda a amar a nuestras esposas como Cristo ama a su iglesia y eso implica entregarnos completamente a ellas para apoyarlas, ayudarlas y guiarlas por el mejor camino que es la sana doctrina.
Las esposas son llamadas a ser sumisas a sus esposos, sin menoscabar su integridad y valor como mujer, estar al pendiente de lo que su esposo les sugiere que hagan para el bien del hogar y ser siempre atentas y amorosas con ellos.

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